El MASAJE NEORREICHIANO COMO ESPACIO DE AUTOCONTACTO CON UNO MISMO

En la naturaleza, el contacto entre los distintos seres existe desde un comienzo. Ya sea la relación del infante humano con su madre, como entre los animales, el contacto es algo privilegiado. El abrazo de la madre que contiene y da sostén a su bebé es como el cálido apoyo que brindan los animales a su cría después del nacimiento. El animal lame con su lengua a su bebé para estimular su piel y sus funciones perceptivas; así como la madre humana acaricia a su recién nacido para darle sensación de confort y placer, o para aliviar estados de dolor o de ansiedad. Ante cualquier tipo de sensación de displacer o de dolor corporal surge como algo natural el masajear la zona afectada para producir alivio. Los toques al masajear abren a distintas percepciones; así un toque de "apoyo" nos puede trasmitir seguridad y firmeza y permitirnos confiar en el sostén y en la persona que nos lo está dando. La respiración y la temperatura corporal se regulan a través del contacto con el propio cuerpo por medio de diversos tipos de toques que estimulan las funciones corporales. La propia sensibilidad se desarrolla a través del toque y del contacto que otro - la madre o sustituto materno - nos proporciona en los primeros tiempos de nuestro desarrollo evolutivo. También aprendemos a decodificar las señales de placer o displacer que nuestro cuerpo nos da a través de contacto con un otro que nos contiene y nos enseña acerca de la satisfacción de nuestras necesidades primarias. Sabemos acerca de lo que produce la falta de un buen contacto en la infancia; así como las perturbaciones que la falta de estimulación acarrea; de los estados de hipersensibilidad o ansiedad o situaciones de fobia y aislamiento que pudo haber producido un contacto inadecuado en nuestro desarrollo evolutivo.
Por ello es común en nuestra sociedad que nos encontremos como "anestesiados" en parte o en distintas partes de nuestro cuerpo o en relación a cierto tipo de sensaciones. Esas zonas y esos recuerdos han quedado separados de nuestra conciencia cotidiana como una forma de protección beneficiosa que desarrollamos en nuestra infancia; pero ahora siendo adultos nos limita.
El masaje es beneficioso en el sentido de ayudarnos a despertar esas sensaciones dormidas y atender aquellas zonas que registramos adormecidas y/o con dolor. El dolor entonces, es un signo que nos ayuda, que nos dice que algo nos está pasando y que no atendimos en forma regular, por lo cual se necesita presentarse de este modo. Tal vez se trate de un aviso sobre zonas con tensión de más, o de órganos que no están funcionando adecuadamente, o de una falta de descanso, de un aumento de estrés o de una falta de relax, o nos llama la atención diciéndonos que estamos fuera de un ritmo natural en un estado de aceleración, donde no nos permitimos detenernos a registrar lo que sentimos ni lo que estaríamos necesitando.
El masaje entonces es ese espacio donde podemos permitirnos a nosotros mismos detenernos por una hora para registrar y buscar el modo de entrar en un contacto más profundo, de entablar un diálogo con nosotros mismos, con nuestro cuerpo, para escucharnos y registrar lo que necesitamos y darnos la posibilidad para ello. Las frustraciones, tanto las antiguas, como las pequeñas o mayores frustraciones cotidianas se expresan a través de tensiones musculares más o menos crónicas.
El comenzar por permitirnos tomar un masaje nos abre una puerta hacia aquellas necesidades que nos han estado llamando y que no hemos atendido. Hacernos espacio para tomar masajes es abrir una puerta hacia un camino de mayor autocontacto con uno mismo.
A veces el proceso comienza por atender zonas doloridas y atravesando momentos de molestia y dolor que permiten que los músculos tensionados crónicamente se vayan abriendo y aflojando en la medida de nuestras posibilidades, alcanzando mayores estados de relajación. Es positivo saber que el placer se esconde detrás del dolor, junto a una cantidad de energía que estaba estancada y que ahora pasará a estar a favor nuestro y no de nuestra coraza. Esto es lo que nos brinda esperanzas para seguir andando en este camino de autoconocimiento y abrir las puertas hacia un placer mayor en nuestra vida cotidiana.
En el masaje neorreichiano sabemos que el dolor estaba ya contenido en las corazas y tensiones musculares crónicas pero aparecía anestesiado y adormecido, así como también estaba limitada la conciencia sobre nuestro propio cuerpo.
En la medida en que la persona vaya despertando y saliendo de esa situación de adormecimiento, un proceso de mayor apertura hacia el placer se irá estableciendo. Y así irá surgiendo mayor auto-contacto y conciencia de sí misma que le permitirá una ampliación de sus movimientos, un mejor contacto consigo misma y con los otros y un mayor bienestar físico y mental.

Autores: Laura Yoffe y Mirta Freijido.